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sábado, 1 de diciembre de 2012

Las malas personas no pueden ser buenos periodistas.





Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo. 
Ryszard Kapuściński.
Editorial Anagrama, 2009.

Soy estudiante de Historia. Además, mi gran pasión es contar historias. Para no caer en eso que decía Joyce de que la Historia es esa pesadilla de la que intenta despertarse, tengo que guardar equilibrio entre corazón y cabeza. Ryszard Kapuściński, el gran periodista que estudió Historia, es una de las personas que me inspira. Leo este libro y sé que la gravedad de la situación de mi país y de mi generación no ha de cortarme las alas, sino darme vuelo, luchar y no rendirme ante las dificultades.

Este libro te exprime del cerebro todas las ideas que hemos aprendido sobre cómo se cuentan las historias. Las historias individuales, colectivas o universales, las verdades y las mentiras.

El libro tiene pocas páginas, y tampoco necesita muchas más. Es conciso y dice lo que tiene que decir. Está articulado en tres conversaciones entre el autor y diferentes profesionales de la comunicación. La primera parte se titula, evocando a Herman Neville, Ismael sigue navegando, una embriagadora charla entre Kapuściński y Maria Nadotti. La segunda, Explicar un continente, una entrevista con Andrea Semplici sobre África, ese concepto que tenemos y que choca tan radicalmente con la realidad del continente. La tercera y última parte es un diálogo con John Berger, El relato en un diente de ajo, sobre el sentido de narrar y contar historias.

En este mundo en constante cambio, la responsabilidad de contar una historia y transmitir información de forma ética y digna es algo que todos debemos hacer. No importa que no seas periodista de profesión. Puedes aprender de Kapuściński incluso para explicarle a tus familiares de mayor edad por qué están mintiendo tan descaradamente en el telediario.

La profesión periodística tiene mayores complicaciones. No por tener una carrera de periodismo y un master van a dejarte informar de lo que quieras. Los periodistas trabajan para unos medios, que están al servicio de las agendas de los poderes corporativos dominantes del momento. Esto siempre ha sido así, y la gente lo sabe, porque en la era de Internet hay informaciones imposibles de ocultar. Kapuściński nos ilustra sobre lo que está en la mano del periodista para llevar a cabo su trabajo de la forma más responsable y profesional. Hay riesgos que debe asumir, incluso la salud y a veces la vida.

Por eso los cínicos no sirven para este oficio. Porque si quieres contar la guerra, la pobreza y el hambre que hay en África, no está bien que te refugies en el hotel europeo y no salgas de allí. Mézclate con las gentes del lugar, encuentra un guía que te enseñe cómo vive la gente allí realmente, experimenta. La tesis de Kapuściński se resume en que sólo experimentando podrás contar la verdad de lo que está pasando. 

“Es un error escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un tramo de la vida”, nos dice Kapuściński, periodista empedernido en contar la historia de los que no tienen voz, los que no tienen historia, los que no tienen lugar en el mundo, porque han sido excluidos durante siglos. Llama la atención sobre la necesidad que los europeos tenemos de entender cómo influimos en el resto del planeta y cómo el resto del planeta (considerablemente más grande y con más población que Europa) influye en nosotros.

“El tema de mi vida son los pobres”.

Este libro es una síntesis genial de historia contemporánea, o quizás postmoderna, de historia social y de nuestra actitud y relación con lo otro, siendo la alteridad una aliada de los humanistas y no un inconveniente. 

También nos encontramos con un tema ético importante para todos: la necesidad de desarrollar y utilizar la empatía: 

“Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. 

El cinismo es una actitud inhumana que aleja al periodista de su oficio.

Y en cuanto a la forma, los dos principales problemas del periodista según Kapuściński son el idioma y cómo contar una historia. Si no se conoce o domina perfectamente el idioma del lugar donde se está informando, se corre el riesgo de perder información o malinterpretarla. Y cada ser humano, cada individuo, tiene su propia visión del mundo, de la historia y de los acontecimientos. La subjetividad propia y ajena es un factor a tener en cuenta a la hora de pensar, redactar y comunicar una historia. “Podemos mentir sin pretenderlo, sólo porque nuestra memoria es limitada, o los recuerdos son erróneos o bien a causa de nuestras emociones”.

Y recuerda que: 

Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista. El buen y el mal periodismo se diferencian fácilmente: en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido. (…) La historia responde simplemente a la pregunta: ¿por qué?”.

La conversación con Nadotti sienta las bases que el periodista debe interiorizar; una vez logrado eso, pasamos a entender el continente africano y los problemas a los que los periodistas se enfrentan a la hora de informar. ¿Por qué sabemos tan poco sobre África, por qué nos lo cuentan tan mal? Me pregunto qué habría pensado Kapuściński de haber visto este video de africanos cantando para mostrar su solidaridad con los noruegos, que se estarán congelando allá en el norte, pues eso es lo que todo el mundo sabe

En otras palabras: no caigas en los tópicos. Infórmate e informa. 


"La importancia de contar historias, de seguir narrando, aunque ya no tenga sentido, o precisamente cuando no tiene sentido contar historias es cuando más falta hace contarlas". 

El colofón y resumen de las conclusiones se muestran en el diálogo con John Berger, centrándose en la cuestión básica que nos interesa: ¿por qué contamos historias? Porque lo necesitamos. Necesitamos la ficción, la narración, prestar atención a los detalles para entender el mundo en que vivimos. En este proceso, el narrador es un portador que llega algo de un punto a otro. Y lo que más valora Kapuściński es el silencioso entendimiento que hay entre autor y lector.

"¿En qué consiste el acto de narrar? Me parece que es una permanente acción en la retaguardia contra la permanente victoria de la vulgaridad y de la estupidez".

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